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La paradoja del fósforo

Bien sabemos que las plantas no se mueven. Ellas se quedan en el mismo lugar por 6 meses, por 60 años, por 600 o más. Y así como ellas, el fósforo del suelo tampoco se mueve, no más allá de 2-3 cm. En el suelo, el fósforo (P) es un recurso ilimitado, a diferencia del nitrógeno (N), por ejemplo. Paradójicamente, es uno de los elementos esenciales más abundantes, aunque menos disponible, siendo en gran parte el mayor limitante del crecimiento de las plantas. En este sentido, es importante diferenciar por lo tanto el fósforo disponible del total. El fósforo disponible mundialmente corresponde tan solo al 1-3% del contenido total de fósforo en el suelo.

Tiene que haber por lo tanto un mecanismo para aumentar la disponibilidad de este nutriente. Efectivamente, el 85-90% de la adquisición de nutrientes de la planta es mediada por microorganismos que viven junto con ella, en el suelo. No es extraño pensar que es en efecto el microbioma de la planta el que determina la salud y productividad de ésta. En otras palabras, los suelos no siempre son deficientes en minerales, sino que deficientes en microorganismos que aumentan la disponibilidad de éstos para la planta.

Por otro lado, solo el trabajo en conjunto entre plantas y microorganismos puede generar suelos fértiles y bien estructurados, e incluso transformar o mejorar suelos que por su geografía no proveen las condiciones adecuadas para el crecimiento de ciertos cultivos, como ocurre en los suelos volcánicos. Los exudados de raíz son fundamentales para la comunicación planta-microbio, y la base para activar mecanismos de movilización de nutrientes en el suelo. Pero al fertilizar externamente a las plantas con fósforo, ésta altera sus exudados, de modo que no envía la señal para que los microorganismos solubilizadores de fósforo aumenten la disponibilidad del ya existente. En consecuencia, no se estaría mejorando la estructura química del suelo, interrumpiéndose el reclutamiento de la microbiota especializada para ese tipo de tareas.

Continuando con el caso, las bacterias y otros microorganismos solubilizadores de fósforo estimulan a las bacterias solubilizadoras de nitrógeno, y la fijación de nitrógeno es a su vez esencial para el correcto secuestro de carbono en una forma estable. Básicamente, cuando se agrega fósforo soluble externamente al suelo, lo que ocurre es una inhibición de todo el proceso de estructuración de suelo, interfiriendo en los procesos de fijación de nitrógeno y secuestro de carbono.

Solo entre el 10-15% de los fertilizantes de fósforo aplicado anualmente es efectivamente adquirido por las plantas. El resto queda no disponible, ya sea porque se estabiliza en formas orgánicas, es retenido en fracciones de baja solubilidad o bien porque queda inmovilizado en la matriz.
Las plantas absorben P como iones ortofosfato primario (H2PO4-) y secundario (HPO42-), cuya disponibilidad depende del pH, ya que, dada su alta reactividad, en suelos ácidos el fósforo rápidamente se combina con metales, formando fosfato de aluminio, hierro o manganeso, y con calcio en suelos alcalinos, muchas de ellas moléculas insolubles. El caso del sur de Chile es grave. Éste contempla mayoritariamente suelos volcánicos ácidos, que representan aproximadamente el 50-60% de la tierra arable del país, y que a pesar de sus ventajas edáficas y climáticas, ocurre una combinación de factores desfavorables como la alta capacidad de adsorción de fósforo por la matriz del suelo, altas saturaciones de metales como aluminio y una actividad biológica que estabiliza al fósforo en formas orgánicas que la planta tampoco puede obtener, correspondiendo esta forma a un 53% promedio del P total del suelo en la IX y X Región.

Hoy en día nos encontramos en la transición entre tratar a la planta como individuos aislados, y considerar al holobionte, es decir, a la planta como hospedero en conjunto con todos los microorganismos que la habitan, dentro de ella y a su alrededor. Los cambios tienen que ocurrir primero en el microbioma del suelo para así poder reducir las aplicaciones de fertilizantes y restaurar la salud del suelo. Ya se conocen no solo bacterias y micorrizas, sino que también levaduras con actividad solubilizadora de fósforo, capaces de contribuir internamente a la solubilización y ciclado del fósforo.

En Chile, la gestión sostenible de los recursos agrícolas del suelo es el principal y urgente desafío de la agricultura para aumentar la seguridad alimentaria, considerando la función primaria que ejercen los suelos vivos. Por eso es tan importante incentivar el desarrollo y uso de más y mejores herramientas biológicas que puedan actuar a favor de la planta a través de mecanismos microbianos como la solubilización de fósforo, y no depender únicamente de aquellos fertilizantes derivados de depósitos de roca fosfórica.

Referencias
SAG. Luzio, W., Casanova, M. (2006) Avances en el conocimiento de los suelos de Chile.
ODEPA. Cartes, G. (2020) Aplicación del Programa SIRSD-S en Suelos Agropecuarios del Sur de Chile.
INTAGRI. (2017) Uso Eficiente del Fósforo en la Agricultura. Serie Nutrición Vegetal Núm. 105. Artículos Técnicos de INTAGRI. México.
Green Cover Seed. (2021) Conferencia de Dr. Christine Jones. Australia.

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